La brújula ha sido el instrumento de orientación por excelencia, marinos, militares, expedicionarios, aventureros dependen de ella. Sin embargo, cuando se habla del liderazgo político en tiempos de crisis, notamos que la brújula está rota o no existe. Es así que cuando se dice crisis, el termino se asocia inmediatamente con ejecuciones y decisiones rápidas, que buscan generar el menor impacto posible en una población o grupo humano afectado. Sin embargo, la pandemia por COVID 19, que afectó la totalidad del planeta, dejo una cara negativa del liderazgo y esa cara negativa, se sigue reflejando en la situación política que corre en este año 2023 a nivel mundial y probablemente durante la próxima década.

Si hacemos memoria, ninguno de nosotros, ni las organizaciones, los estados y mucho menos el aparato productivo de los diferentes países se encontraba preparado para ese momento crítico. Con ilusión y de pronto hasta utopía, se llegó a pensar sobre la rápida acción de los gobernantes, las decididas acciones que iban a tomar para afrontar dicho momento, buscando evitar aquella zozobra que nos acompañó durante varios meses.

Lamentablemente, los líderes, entiéndase, como gobernantes y ejecutores del gasto, fueron inferiores a la situación y por el contrario permitieron percibir la debilidad de los estados, la fragilidad de los proyectos políticos y especialmente la falacia en al cual hemos vivido desde finales de la guerra fría, periodo en el cual dos super potencias cohesionaban el mundo a la fuerza.

El resultado de esa ausencia de liderazgo ha sido la inestabilidad política, la manifestación de un mal endémico a las sociedades, la corrupción, pero primordialmente mostró la fractura de las ideas políticas envejecidas y anacrónicas frente a la realidad, permitiendo que el proceso señalado como pos pandemia haya sido de revuelta, agitación posturas extremas, intento de reconstruir postulados caducos, inventar nuevas propuestas llenas de retazos, gobiernos sin dirección, hasta llegar a la barbarie de la guerra.

Una emergencia sanitaria representada en un virus, permitió que la gran enfermedad de la humanidad; la incapacidad de los líderes políticos, saliera a flote y, sobre todo permito desnudar todas las incoherencias de los supuestamente engrasados procesos democráticos, económicos y sociales de las naciones, la humanidad se mostró vulnerable e indefensa ante un peligro latente de extinción. Situación que se superó por la resiliencia de actores; diferentes a los líderes políticos, ya que encarnaron el espíritu de superación de los seres humanos frente a la adversidad.

Se demostró que no somos los reyes del universo, sino un grano de arena en el infinito cosmos. Vulnerables no solamente ante un virus, sino a la incapacidad de nuestros propios líderes.

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